[if IE]> [if IE?> <![endif] <title>Luis Socorro: Casi seis meses despues ~ Venezolanos en Canadá data-ad-client=ca-pub-5297929732532879
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jueves, 16 de agosto de 2012

Luis Socorro: Casi seis meses despues

Ya son casi 6 meses desde que llegué
En este tiempo se aprende mucho y mas importante aún, se entiende por qué suceden las cosas. Hace casi 4 años comenzamos con el plan de emigrar, tanto mi esposa como yo habíamos soñado con estudiar o vivir fuera, sentíamos que a pesar de nuestra condición económica podíamos hacer un esfuerzo extra y prepararnos para salir del país exitosamente.
Cuando era más joven viaje un par de veces a USA y regresé preguntándome si yo no tenía el derecho o la fortuna de vivir en un país donde las cosas funcionaran, luego con el paso de los años y la entrada en la vida económica, las responsabilidades y todo la inestabilidad social y política hicieron que ese deseo se tornara en urgencia.

Uno escoge donde vive no donde nace, tu no eres un traidor, tu le has echado piernas al asunto y lamentablemente vas contra corriente, tu mamá no estará sola, eran cosas que me repetí un millón de veces antes de tomar la decisión, luego vinieron los atracos, el espiral de violencia que se va cerrando en torno a uno y a su familia, al principio sabes que le pasó al amigo de un amigo, luego a un vecino, luego a tu amigo, luego en la puerta del edificio, hasta que me pusieron el revolver en el pecho.

Dios se paró delante de mi y me protegió, en aquel momento me pregunté si Venezuela no me dejaría ir, si esa tierra necesitaba mi sangre de manera literal, porque ya tenía 3 meses de haber comenzado mis estudios de francés.

Lamentablemente hice un contrato con una firma que me recibió de brazos abiertos y luego me demoró una eternidad, pero es algo de lo que no quiero hablar, el hecho es que el tiempo exigió sacrificios, no saldríamos tan facilmente. Tocó no trabajar más después de las 6 de la tarde para llegar a la alianza francesa, tomar un curso intensivo en un idioma que jamás había pensado aprender, aún recuerdo mi cara cuando supe que aqui carro o auto era voiture y que además era femenino sin importar cuan macho fuera dicha "voiture"

A los 35 crees que te las sabes todas y cuando aprendes algo nuevo piensas que lo aprenderás rápidamente, porque eres más inteligente y maduro que cuando tenías 20, error, lo cierto es que se debe luchar con el cansancio y hacer espacio para la belle langue, allí vino el dejar el gimnasio, conseguir familiares o niñeras para que cuidaran a los chamos de lunes a jueves cada noche, financiar nuestros estudios y los libros con las tarjetas de crédito, no salir los viernes por el cansancio y un montón de cosas mas.

El primer año fue intensivo, 12 niveles, el segundo año semi intensivo, 5 niveles más, el tiempo pasaba y nos alegrábamos cuando cada uno hablaba de haber recibido la cita para la entrevista, luego los exámenes médicos, luego el sellado, al mismo tiempo veíamos partir a los amigos, USA, Europa, Barbados, Australia, Nueva Zelanda y esta era ya la 3ra generación de amigos que dejaríamos de ver.

Así pasaba el tiempo, un dia me di cuenta que ya no tenía con quien tomarme un café o una cerveza, amo hacer nuevas amistades pero me hacía falta alguien que recordara haber vivido algo conmigo y ya no quedaba nadie, solo mi familia.

Un dia mientras viajaba por cosas del trabajo me llegó un correo al teléfono, en algún espacio sagrado entre Yaracuy y Lara tuve señal, eran las 5 de la tarde y el sol sonreía, cuando miré la pantalla me saltó el corazón, finalmente tendríamos nuestra entrevista en Caracas, 45 dias para que todo el esfuerzo de 2 años se viera justificado.

Vinieron las tutorías en la casa, nuestro profesor con quien estaremos eternamente agradecidos no solo nos pulió en el francés, sino que emuló de tal manera al mas complicado de los entrevistadores que en algún momento se nos olvidó que era un simulacro y tuvimos que detener la sesión, ya era un asunto de control mental y no solo de saber un idioma, estábamos preparados para lo que fuera.

No me caracterizo por ganarme nada fácil, nunca fui el de la suerte, mi esposa tampoco, por eso y a pesar de toda la preparación y la fé los nervios no se hicieron a un lado. Escogí la camisa, ella el vestido, nada muy informal pero tampoco demasiado formal, queríamos ser nosotros mismos en la mejor manera posible.

Aquella mañana el taxi nos dejó frente a la embajada, llegamos casi una hora antes de la cita, nos presentamos con el vigilante y luego nos sentamos en un restaurante que queda al lado, recuerdo que yo no había tomado ni agua porque los nervios me pegan en el estómago.

Llegada la hora entramos, nos llamaron, todo transcurrió mejor de lo que yo me había imaginado, en parte por la buena actitud de la funcionaria y en parte por nuestra preparación. Cuarenta y cinco minutos mas tarde salíamos orgullosos y aliviados de aquella embajada, la vida había cambiado para siempre, el esfuerzo de esos años nos había abierto las puertas y finalmente teníamos algo más que ofrecer a nuestros hijos.

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